Menú APLV | Una semana sin lácteos, soya y huevo.

Una de las cosas que más me costó a mí del diagnóstico de mis chicos con APLV fue saber qué comer. A pesar de entender que tenía muchas opciones, siempre me quedaba como congelada cuando tenía que escoger algo para preparar o pedir y terminaba recurriendo a las mismas opciones “seguras” y sintiéndome frustrada de la dieta tan “limitada” que tenía.

Pero conforme fue pasando el tiempo me di cuenta que los límites estaban más en mí, y que habían cientos de opciones. Empecé a buscar en blogs, a inventarme recetas, a volver a lo básico y para el final de ambas lactancias ¡yo comía delicioso!

Hoy les quiero compartir un menú de una semana (de lunes a viernes 3 veces al día) de comidas libres de lácteos, soya y huevo. Estos son 3 de los alergenos más comunes que se eliminan cuando las mamás están haciendo un dieta para continuar con la lactancia de un bebe alérgico. Más adelante compartiré ideas para menús aún más restringidos también.

Como no vienen las recetas de cada una de las comidas entonces veo importante hacer algunas observaciones:

  1. Las comidas se deben cocinar siempre con olores y condimentos naturales, por ejemplo ajo, cebolla, chile dulce, culantro castilla, culantro coyote, hierbas como romero, orégano, albahaca, hojas de laurel, sal y pimienta.
  2. No se deben usar consomés, ni salsas de las que ya vienen listas, ni salsa lizano o china porque esas en su mayoría contienen ingredientes con algo de soya.
  3. La grasa para cocinar debe ser algún aceite que no sea de soya, ni mantequilla o margarina. Se pueden utilizar aceite de oliva, aceite de maíz, o de girasol, por ejemplo.
  4. Hacer todo lo más casero posible, por ejemplo, si hacemos chalupas freír las tortillas en casa con el aceite de girasol, o hacer frijoles molidos con los mismos frijoles que tenemos en casa (sin salsa lizano ni condimentos procesados).
  5. A las tostadas de pan Ruiseñor o Konig no se les debe agregar mantequilla, margarina o queso crema. En lugar de eso se puede utilizar mantequilla de almendras, mantequilla de girasol (Sunbutter), o un spread seguro como el Earth Balance de aceite de oliva.
  6. Las comidas las hago (en su mayoría) aprovechando la carne que se hizo en el almuerzo para utilizarla de forma práctica en la cena. Eso lo hacemos en mi casa y acorta el tiempo de preparación
  7. El miércoles viene una sugerencia de pancakes al desayuno, esta es la receta que utilizo.

Aquí les comparto mis ideas:

Espero que les sea útil, y si tienen algunas recetas adicionales que no pueden faltar en su menú APLV las compartan en comentarios, para que otras mamás puedan inspirarse también 🙂


Si estás empezando en esta jornada de amamantar a un bebé alérgico, te sugiero visitar los recursos gratuitos que he escrito en el blog dando click aquí.

Si necesitás un acompañamiento más personalizado también podés visitar este link para averiguar más del coaching de lactancia y alergias de Salud y Cuchara. Amamantar a un bebé alérgico es posible, y con alguien que te acompañe en cada paso es aún más fácil.

Hacks para viajar con niños pequeños (y disfrutar en el proceso)

Viajar con niños pequeños puede provocarle ansiedad hasta al más relajado de los papás. Aunque el destino sea el más entretenido del mundo, para llegar hay que pasar por el aeropuerto, los tiempos de espera, los vuelos, los posibles atrasos en los vuelos, los transportes y todas esas partes que hacen que el prospecto de viajar con niños pequeños se vuelva agobiante.

Nosotros nos propusimos cuando tuvimos hijos involucrarlos en todas nuestras actividades favoritas, y como viajar estaba entre las primeras de la lista, nos inventamos todo un sistema para cuando eran bebés que nos funcionó súper por años (aquí escribí de eso en parte 1 y parte 2). Pero luego crecieron, y ahora ya no toman lechita, ni usan el coche como su medio principal de transporte, ni hacen siestas varias veces al día sino que corren y brincan y necesitan entretenerse y sentirse más involucrados en todo el proceso. Entonces nos inventamos otro sistema, y ese ya lleva bastantes viajes de prueba así que me siento tranquila de compartirlo hoy porque funciona.

El aeropuerto es para quemar energías

Este es un hack súper importante. A veces empezamos como con la idea de brindar fuentes de entretenimiento externas a los chicos desde el aeropuerto para que se mantengan tranquilos y ya para cuando se suben al avión, han usado todos los libros de pintar que traían para el avión y naturalmente se aburren más rápido en un lugar más difícil para encontrar cosas que hacer.

Mi sugerencia en el aeropuerto es inventar algún juego con los chicos como ir a buscar colores (ahora vamos a buscar algo azul, ahora algo verde…) o caminar por las alfombras sin pararse en los dibujitos. Pueden ir a ver todas las puertas de abordaje y contar los números, ir a asomarse por las ventanas a ver los aviones y contarles para cual lugar del mundo va cada uno.

Si tienen acceso al lounge del BAC en el aeropuerto de CR se los recomiendo ampliamente. Tiene un area de niños pequeños con play, juguetes, legos, hojas de pintar, snacks y horas de entretenimiento para los más chiquititos.

Una actividad para cada sentido

Ya cuando nos montamos en el avión, sí es importante que los chicos no anden corriendo por todo lado y que se mantengan en su asiento cuando es requerido así que para ese momento es que conseguimos actividades que no sean electrónicas (por lo menos para un inicio).

Yo no estoy para nada en contra de las pantallas, de hecho mis hijos tienen un rato corto designado para TV y otro para tablets/teléfonos casi todos los días, PERO en el avión yo recomiendo que los electrónicos sean la opción Z (o sea la última) porque al menos a mis hijos les pasa que una vez que empiezan a usar la pantalla cualquier otra actividad les parece aburrida, y si se llegan a aburrir de la pantalla entonces me quedo sin opciones, y eso si que es una verdadera tragedia 😂

Así que yo les llevo actividades para cada uno de los sentidos que no involucren pantallas. Por ejemplo les llevo tarritos pequeños de plasticina para jugar y stickers para pegar o pegarnos (tacto), crayolas y hojas impresas de colorear de sus personajes favoritos, o libros de pintar de los que se pintan con solo agua (vista), audífonos para que ellos escojan un playlist de spotify (oído), snacks snacks snacks y más snacks (olfato y gusto).

Cuando ya hemos hecho todas las actividades y si veo que la cosa está poniéndose medio pesada, entonces sale la tablet.

Algo SÚPER importante con las cositas para entretenerlos es no quemar cartuchos. O sea, si su hijo está entretenido viendo por la ventana del avión o pasando las páginas de la revista del avión, no le de nada! No use actividades valiosas a no ser de que sea necesario. Si los chicos están logrando entretenerse enhorabuena! Ya cuando lo sienta necesario, es mejor no sacar todas las actividades de un solo sino ir una a una (yo siempre empiezo pintando), y de ahí voy “escalando”.

Involucrar a los chicos en el itinerario

Este es súper importante porque ya a los chicos de 2 para arriba les gusta saber que es lo que va a pasar en un día para poder sentirse seguros y disfrutarlo. Eso no significa planear cada día hasta el último detalle pero si comunicarles “hoy vamos a estar en X ciudad y vamos a ver Y y Z, ¿les gustaría ir por un helado o buscar un café para comernos un queque después de ir al lugar?

Cuando los chicos pueden tener algo de control con respecto a lo que sucede en el viaje lo disfrutan miles de veces más.

Además es importante hacer muchas pausas durante todo el día para ver las cosas que ellos quieren ver aunque para nosotros no sean importantes: jugar con piedritas y perseguir palomas están de número 1 en la lista de prioridades de mis chicos cuando conocen un lugar.

Los niños son niños, no mini adultos

Tal vez este sea el tip más importante para disfrutar tanto los adultos como los niños. Los chicos no son adultos y no tienen por qué comportarse como adultos, es normal que ellos quieran correr, que quieran ir a su ritmo. Ellos son parte de la familia y como tales tienen derecho a establecer su paso en los momentos del día en que lo necesiten.

Busquen donde están las personas locales con sus niños y vayan ahí (puede que sean cafés o parques o playas públicas). Los chicos terminarán haciendo amistades y ustedes también.

Tener chicos pequeños no tiene por qué atrasarlo a uno nunca de hacer las cosas que más le gustan. Con unos pequeños ajustes todos pueden disfrutar de un viaje o un paseo en familia, y hacer recuerdos que durarán toda la vida ❤️

Por qué viajar con niños pequeños es una buena idea

¿Para qué viajan con niños pequeños? ¡De todos modos no se van a acordar de nada! Y además es cansadísimo, y más caro… Ese es un comentario real que he escuchado un montón de veces cuando se toca el tema de viajar con niños pequeñitos y bebés. Entiendo el punto, y tiene argumentos válidos. Sí es cierto que los chicos tal vez no recordarán todos los detalles de un viaje que hicieron estando de meses o de pocos años y también es cierto que el viaje es más ajetreado y (a veces) más caro cuando van los más pequeños. Peeeero, yo estoy convencida con todo mi corazón que viajar con niños es la mejor idea del mundo, y les voy a contar por qué. Quien quita y alguien que está dudoso de dar el paso se anime a hacer ese viaje que tanto sueña desde hace rato.

¿Por qué amo tanto viajar con mis hijos? Pues además de la felicidad que me da conocer lugares nuevos (y compartir mis favoritos) con ellos, hay 3 cosas que hacen que un viaje con niños sea como ningún otro.

Una tarde de verano en el parque Carroll en Brooklyn.

Te ayuda a conocer lugares que no conocerías si no estuvieran a tu lado

Los lugares que uno desea conocer en un viaje solo con adultos usualmente giran alrededor de atractivos turísticos, restaurantes de moda, museos, etc. Con chicos se abre un mundo nuevo de posibilidades: cada ciudad se mide en parques públicos para jugar y correr, una fuente para ver por 10 minutos como cae el agua (y planear como meterse de cabeza en ella) ,heladerías para quitarse un antojo, tienditas para comprar el snack #20 de la mañana. He interactuado con más gente en cada viaje en el que han estado involucrados mis hijos, al estar sentada a la sombra de un parque o playa pública con otro montón de papás que están en lo mismo. Es conocer el lugar desde una perspectiva absolutamente distinta.

 

Enseñando a Gecko, su peluche favorito a los turistas que pasaban en una tarde en La Rambla en Barcelona.

 

Ves el mundo de nuevo desde sus ojos

No importa cuantas veces hayamos visitado un lugar, o si lo estamos viendo por primera vez, hay algo especial en ver como se maravilla un niño con las cosas. Cada experiencia es nueva a través de sus ojos y ese entusiasmo se contagia. Además imaginan cosas maravillosas, una mezquita era el palacio de Aladino para mi hija y su primo, la torre Inclinada de Pisa era la torre de Rapunzel, el acuario de Epcot era la casa de Nemo y Dory.

“En esa torre vive Rapunzel”. Ali en la Torre inclinada de Pisa.

Les enseña que hay otras culturas, formas de pensar y de actuar en el mundo, y que son válidas

Viajar les enseña a los chicos que hay personas que se ven distinto a nosotros, que comen distinto, que hablan diferentes idiomas, que tienen diferentes costumbres… enseñarle a los chicos que la vida no es sólo el país o la región en la que viven, sino que es un lugar fascinante lleno de diferencias y colores. Por supuesto que viajar no es la única manera de enseñar acerca de las diferencias, pero es una de las maneras de hacerlo de forma práctica y además disfrutar en familia.

Si uno toma muchos pero muchos videos y fotos, aunque los recuerdos de los chicos no se queden grabados en su memoria por su edad, siempre tendrán algo para recordarles donde estuvieron y todo lo que vieron con su familia. Además, de veras creo que dentro de unos 10-15 años para ellos va a ser súper bonito saber que nosotros quisimos hacerlos partícipes de momentos importantes en nuestra vida.

Mi historia de sordera súbita

Usualmente en este espacio escribo acerca de maternidad. Si me siento un poco aventurera escribo acerca de comida, viajes, etc. Pero hoy voy a “secuestrar” este que se ha transformado en un “mommy blog” para contar acerca de algo que me cambió la vida hace casi un año. Lo escribo a manera de catarsis y porque quiero que esta información exista no solo en los websites médicos, sino relatada como una experiencia personal para que cualquiera que pase por lo mismo no se sienta solo. A pesar de que todos los médicos que me han visto han dicho que es muy común, yo nunca he conocido personalmente un caso de alguien que haya pasado por esto, así que estoy segura de que habrán personas felices de verse representadas.

En octubre del año pasado nos fuimos casi una semana para una playa en Guanacaste a disfrutar un rato en familia con mi prima y madrina de mi hija. Los días eran largos y lindos, entre playa, piscina, comidas, lluvias de invierno y los chicos inventando juegos en nuestra villa con sábanas y cajas de cartón cuando por el agua no podíamos salir.

Desde antes de irnos al paseo yo tenía varios días de tener on y off un dolor de cabeza muy intenso. En las raras ocasiones en las que me duele la cabeza me basta un poquito de hielo o una acetaminofen para que se me quite, pero esta vez era distinto: nada me lo quitaba, excepto cuando me tomaba alguna pastilla para la migraña y el alivio me duraba 1 o 2 horas máximo. Había tenido días súper ajetreados así que asumí que se debía a estrés y que el viaje a la playa me iba a aliviar. Y aunque disfruté muchísimo, el dolor de cabeza seguía constante y cada vez más intenso. Uno de los días mientras nadaba en la piscina sentí como un “pop” en el oído derecho y cuando salí de la piscina sentía como si tuviera agua en el oído, esa clásica sensación de “tapado”, pero no le puse mayor atención.

Regresamos a la casa un domingo en la tarde y el dolor ya era inmanejable, entonces decidí irme a una clínica privada a emergencias en donde conté todo incluyendo mi sensación de oído tapado y me luego de un TAC y otros exámenes me dijeron que no parecía tener ninguna razón. Me dieron medicinas para el dolor y me dieron el contacto de un otorrinolaringologo para resolver el “misterio de mi oído”. Luego de eso fui a ver a dos neurólogos que me mandaron más exámenes (una resonancia magnética) y también llegaron a la conclusión de que tenía migrañas complicadas, y que quizás había por ahí algo a nivel de presión arterial que no habían diagnosticado, pero luego de más exámenes se descubrió que mi presión arterial no tenía ningún problema.

A todo esto, yo seguía sin escuchar casi nada del lado “tapado”, sintiéndome súper frustrada porque era una sensación rarísima, a veces me mareaba y me sentía súper “atarantada” de como estaba escuchando los sonidos. Una noche estaba durmiendo a la par de mi hijo menor y me desperté en pánico, estaba oyendo una respiración muy fuerte y de inmediato asumí que alguien más estaba ahí porque para mí el sonido venía de atrás mío. Al no lograr ver a nadie me levanté asustadísima a buscar. Me tomó un largo rato descubrir que el sonido que me tenía asustada era simplemente la respiración de mi hijo, pero mi cerebro no “entendía” que viniera de él.

Como para ese momento había gastado un platal y al final no había sido “nada” entonces no corrí a verme con el otorrinolaringologo. No quería que alguien más me dijera que no tenía “nada”… pero el episodio de la respiración misteriosa me dio la fuerza para ir. Así fue como terminé en el consultorio de un súper especialista, paciente y responsable que de inmediato tomó en serio lo que el estaba diciendo. Ese mismo día me mandó una audiometría de emergencia y ese mismo día supe que fue lo que me estaba pasando: sordera súbita unilateral.

Todavía hay poca comprensión con respecto a lo que provoca la sordera súbita, muchos coinciden en que puede ser un virus. En mi caso por haber tenido un fuerte dolor de cabeza en el momento en el que ocurrió pudo haber algo vascular involucrado, pero nunca se vio evidencia de eso en ninguno de los exámenes.

Lo cierto es que la sordera súbita se considera una emergencia médica. Si se trata a tiempo (ojalá el mismo día o al día siguiente en que ocurra) hay una probabilidad alta de recuperar algo de la audición del lado (o lados) afectados. El tratamiento incluye una dosis súper agresiva de esteroides y (en muchas ocasiones) tratamiento en una cámara hiperbárica. Empecé inmediatamente.

Durante el siguiente mes pasé entre pastillas, horas en la cámara hiperbárica y mareos (en ocasiones la sordera súbita se acompaña de vértigo), con esperanza de que se recuperara un poco mi audición, pero luego de un rato me di cuenta que quizás en mi caso yo había esperado mucho como para tomarlo en serio y ya había perdido bastante audición.

Ahora, yo soy alguien que vive desde la gratitud, entonces estoy inmensamente agradecida de tener el 100% de la audición del lado izquierdo, y de tener excelentes “restos auditivos” del lado derecho (oigo como un 20-25% de ese lado). Nunca más volví a sentir vértigo y salvo por tener que volver mi cara cuando la gente me habla para poner mi oído izquierdo no tengo mayores complicaciones. Estoy agradecida de que aún puedo escuchar a mis hijos, oír música y cantar todo lo que amo. Hay cosas que aún me cuestan, como entender lo que me dicen cuando estoy en un lugar repleto de gente, o escuchar algo que me dice mi hija cuando tengo un tubo abierto, pero eso es poco comparado a lo que podría ser.

Hace unos meses me probé mi primer audífono y a pesar de oír muchísimo mejor todavía me cuesta un poco la idea de tener que andar con un aparato todo el tiempo, y me da mucho miedo perderlo (quien me conoce bien sabe de que hablo, yo no pierdo mi cabeza porque la tengo pegada al cuello 😂). La audiologa me dice que es importante usarlo para no seguir perdiendo comprensión de ese lado, entonces lo más probable es que en algún momento será parte de mi vida.

Escribí este post porque si esto es tan común, entonces es muy probable que usted que está leyendo en algún momento conozca a alguien que le esté sucediendo o que le vaya a suceder esto, y quiero que esa persona lo vea y se sienta acompañada, y que se vea a tiempo porque quizás pueda recuperar algo de la audición perdida.

Por mientras yo seguiré agradeciendo por lo que tengo y lo que he aprendido en este último año con esta jornada ❤️

4 lugares en Costa Rica para pasear con niños

Hace unos años en este mismo blog había hecho una lista de lugares que me parecían ideales para pasear con bebés. En ese momento solo teníamos a mi hija mayor, y ella tenía menos de un año, pero eso nunca fue una limitante para andar por todo lado con ella. Luego tuvimos a mi hijo menor, y la verdad entre el enredo de adaptarse a tener 2 hijos y la locura de lo cotidiano empezamos a volvernos mas “vagos” para pasear en lugares nuevos… nos manteníamos siempre en los lugares que conocíamos y en los que estábamos cómodos. Ahora la neblina mental se ha levantado y estamos de vuelta, buscando actividades nuevas los fines de semana y escapándonos mucho más a la montaña.

En este tiempo me he enamorado de 4 lugares mágicos para llevar a los chicos, salir de la rutina y pasar un rato en la naturaleza. Hoy se los comparto, espero que puedan visitarlos y disfrutarlos tanto como nosotros, y si tienen otras sugerencias me encantaría conocerlas 🙂

Complejo Turístico Noche Buena

Ubicación: Cartago

Pocas veces he visto a mis chicos disfrutar tanto (y caminar tanto sin quejarse) como en Noche Buena.

Este lugar lo descubrimos casi que por accidente. La idea era pasar el día en Prusia, pero la presa que había en la carretera por las personas que iban al Sanatorio Durán era increíble… entonces decidimos seguir hacia el volcán, pero en el camino vimos el rótulo de Noche Buena y decidimos parar ahí, ¡qué dicha que lo hicimos!

Noche Buena es un centro turístico que tiene un restaurante (muy rico por cierto), un museo (con historia del volcán Irazú y la zona) y un sendero apenas para niños aventureros. El sendero pasa por toda la finca, entonces se pueden ver los cultivos que tienen (zanahorias, papas) y termina en una catarata. En total ida y vuelta el sendero es como de 2 km y pico pero es tan entretenido que mis hijos lo caminaron felices (el más pequeño alzado a ratos). Hicimos un picnic a mitad del camino en el campo de zanahorias y al final de la aventura comimos pozol en el restaurante.

Villa Blanca Cloud Forest

Ubicación: San Ramón

Villa Blanca es un lugar mágico, no tengo otra manera para describirlo. El bosque nuboso, los colores, los sonidos son como sacados de un sueño. Cuando nosotros visitamos Villa Blanca nos quedamos a dormir en el hotel, y pasamos un par de días divinos, pero en estos días descubrí que uno puede ir a Villa Blanca solamente a pasar el día, pagando un monto por el uso de las instalaciones y senderos.

En la propiedad hay una capilla que fue un regalo del antiguo dueño de la finca a su esposa, quien era muy devota a la Virgen María y tiene decenas de mosaicos pintados a mano de distintas vírgenes del mundo, vale la pena verla. Dentro de la “casona” principal está el restaurante del hotel que está abierto al público y es riquísimo. También hay un cine que les fascinó a mis hijos (vimos Hotel Transylvania solitos). Además, pudimos ir a ordeñar en la mañana y conocer las vacas que tienen nombres súper divertidos inspirados en la farándula. Volvería mil veces y lo recomiendo muchísimo.

Trogon Lodge

Ubicación: San Gerardo de Dota

San Gerardo de Dota, el río Savegre y alrededores son de verdad un paraíso para ir con chicos. El aire fresco totalmente libre de la contaminación de la ciudad, el agua fría del río, y los pájaros de todos colores hacen una combinación perfecta. Mi hija pasó toda la caminata convencida de que íbamos a encontrar hadas en el bosque ❤️. Este paseo es un poco pesado (en mi opinión) para hacerlo en un solo día por la cantidad de tiempo en el carro, por lo que nos quedamos en el Trogón Lodge (en los alrededores hay muchísimos hoteles y cabinas para todos los gustos y presupuestos).

Prusia

Ubicación: Cartago

En mis álbumes de infancia tengo fotos con mis papás en Prusia, y siempre había querido llevar a mis chicos, a un día de picnic y caminar por el bosque. Cuando llegamos me puse súper feliz de ver lo lindo que está, como está lleno de familias con niños pequeños y lo mucho que disfrutaron mis chicos. Llevamos de todo para hacer un picnic, pero terminamos comiendo en un restaurante que está como a los 400 metros de iniciar el ascenso hacia los senderos del parque, y pasamos la mayor parte del tiempo ahí, los chicos corriendo, recolectando palitos y siendo niños felices y nosotros papás relajados. Mi “yo” del pasado se hubiera sentido triste de no haber recorrido y explorado todos los senderos, pero gracias a mis hijos ahora me siento feliz con las cosas más sencillas como verlos jugar en la montaña mientras que disfruto de un rato de silencio y un break de toda la locura del día a día. Conforme vayan creciendo quiero volver con ellos para que podamos ir conociendo los senderos del parque y creando nuevas aventuras juntos.


Además de estos lugares hay varios que hemos visitado (o revisitado) en los últimos meses que me encantan para chicos y les comparto foto y nombre sin reseña por si también se les antoja ir a explorar alguno.

Refugio Herpetologico (Santa Ana)

Waterfall Gardens (Vara Blanca)

Jardín botánico Else Kientzler (Sarchi)

¿Cuáles son sus lugares favoritos para pasear con niños?

El mejor consejo de maternidad que he recibido

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Hoy quiero compartirles un consejo (más como un ejercicio de auto-conocimiento) que me dieron hace más de 2 años, y que ha sido como oro para mí. No lo apliqué constantemente desde el inicio para ser honesta… Las veces que lo usaba funcionaba perfecto, pero luego me volvía a distraer y se me olvidaba aplicarlo. Fue hasta que me hice la propuesta de vivir un año de crianza sin gritos que realmente empecé a utilizarlo todo el tiempo, y ha sido genial.

El ejercicio consiste en pensar en nuestro estado de ánimo como si fuese un semáforo. La primera vez que lo hice me senté y dibujé uno y pinté cada luz del color correspondiente. En este semáforo el color verde representa nuestro “mejor” humor y todas las cosas que nos caracterizan en esos momentos: somos pacientes, gentiles, nos tomamos las cosas con humor, somos responsables por nuestras emociones, empáticos, etc. Eso no quiere decir que no nos enojamos o que no nos ponemos tristes, quiere decir que reconocemos nuestras emociones, las honramos y permitimos que sean sin que lastimen a los que están a nuestro alrededor.

El color amarillo nos representa cuando estamos empezando a “perder el control”. Nuestro cuerpo y nuestra mente nos dicen que algo no anda bien. En mi caso es cuando las cosas pequeñas empiezan a desesperarme y lo que siento en mi cuerpo es como un nudo en el estómago o dolor de cabeza. Si no nos detenemos y nos hacemos conscientes de nuestras emociones para reconocerlas y honrarlas, podemos pasar de amarillo a rojo muy pronto.

El color rojo es cuando nos sentimos fuera de control. En mi caso grito, o no pienso lo que digo.

Una vez que hacemos ese ejercicio el siguiente paso es poner al lado de cada lista las cosas que podemos hacer en el día a día para mantenernos en verde, resolver el amarillo y no llegar al rojo. En mi caso hacer ejercicio, tomarme momentos en el día para hacer cosas que a mí me gustan, escribir y salir en pareja con mi esposo son cosas que me ayudan a mantenerme en “verde”. Cuando empiezo a sentirme como en amarillo, usualmente es porque no me he dado suficiente tiempo de autocuido, y lo primero que hago es pedir una pausa e ir a respirar sola, reconocer mis emociones y encontrar un momento para estar conmigo misma, o (si es imposible) para involucrar a mis hijos en algo que nos encante como poner una canción y bailar en la cocina.

Si por alguna razón ignoré todas las señales de mi cuerpo y llegué a “rojo” entonces es hora de hacer reset. Tomo agua como paso #1, y luego si mis emociones lastimaron a alguien pido perdón, y luego (un paso importante) me perdono y busco un espacio para volver al verde.

No soy perfecta y jamás espero serlo tampoco, creo que mis hijos necesitan ver que yo siento de todo y que hay veces en que no lo manejo bien, pero luego tomo acciones para corregir mis fallos. Este ejercicio ha sido una verdadera bendición en mi vida y me ha ayudado muchísimo a tener consciencia de lo que necesito para estar bien, porque cuando yo estoy bien puedo dar más y ser mejor mamá, esposa, etc. Espero que pueda ser de ayuda para ustedes también 🙂

Un año sin gritos | Semana 1

El 29 de diciembre me senté a hacer mis metas para el 2019. Yo sé que todo el concepto de trazar metas para un año nuevo tal vez no tiene sentido para muchos; después de todo el tiempo es contínuo y no hay mayor diferencia entre un día de un año y un día del siguiente. Pero a mí me fascina el concepto de los comienzos. Me encanta la sensación que traen todos los lunes, la esperanza que traen todos los amaneceres, así que multipliquen eso por x 365 y sabrán como me siento con respecto a los años nuevos.

De un tiempo para acá he dividido mis metas en categorías, porque yo siento que soy un montón de personas en una misma 😂. Tengo una categoría de salud física, una de salud mental, una de espiritualidad, una de maternidad, una como esposa y una financiera y de trabajo… Suena como un montón pero en realidad me trazo solo 1 o máximo 2 metas muy realistas en cada categoría. Mi meta de este año como mamá: no gritar en todo el año. Cuando lo publiqué en redes sociales muchas se unieron al reto y eso me emocionó aún más.

Ya ha pasado una semana desde que inició el año y vengo a contarles como me ha ido. En resumen: ¡no ha sido fácil! Honestamente esperaba nada más ejercer autocontrol y que todo fuera cuesta abajo, pero cuando la mente se ha acostumbrado a reaccionar de cierta manera de forma habitual, entrenarla a reaccionar de forma distinta puede ser todo un reto. Aunado a esto, estoy segura de que alguien les contó a mis hijos que me había trazado esa meta porque es como si se les hubiera cambiado a “encendido” el botón de quejas, pleitos y llantos 🤪 La verdad no los culpo, yo también quedé medio chiflada de todas las actividades de fin de año y necesito descompresionar.

He encontrado una relación súper directa entre el nivel de autocuido que yo me de (tiempo a solas, ratitos de paz, lectura, etc) y mi nivel de paciencia. Los días en que he estado más cerca de tirar el reto por el balcón han sido los días en que no he tenido ni un segundo para pensar. Y ellos definitivamente se alimentan de mi energía: si yo estoy tranquila, casi siempre (aunque no desde un inicio), ellos vuelven a un momento de paz.

En las próximas semanas seguiré escribiendo y relatando esta aventura con honestidad, y además compartiendo las cosas que me van sirviendo (y las que no) en este cambio de chip.

Y a ustedes, ¿cómo les ha ido en el reto?

Nuestra Lista de Verano

Los veranos siempre son mi parte favorita del año; son recuerdos a los que regreso cuando quiero sonreír y revivir buenos momentos. A veces cuando empieza el invierno pienso “¡Me gustaría haber hecho “x” cosa con ellos cuando había sol todo el día”!, por eso este año quise hacer una lista de las cosas que de fijo me gustaría hacer con mis chicos para hacer esta temporada aún más inolvidable.

La lista tiene actividades sencillas, que se puedan realizar sin importar donde uno viva, el presupuesto o cuánto tiempo libre tenga. Ayer empezamos a chequear actividades y nos sentamos a ver el atardecer cobijados en el balcón :). Estoy súper emocionada por completar las demás antes de que empiece la temporada lluviosa.

Y ustedes, ¿qué les gusta hacer durante el verano?

Un año sin gritos

Todos hemos estado ahí, en un día en el que hemos repetido lo mismo a nuestros hijos una y otra vez, hemos hablado con nuestra voz paciente y baja tratando de razonar, de mantener la calma y luego… el chispazo. Ese momento en el que entramos en modo automático y lo único que logramos es gritar para darnos a entender. Y como usualmente atrae la atención de todos los que están a nuestro alrededor entonces pareciera (al menos por un segundo) que funciona. Es más, me atrevería a decir que como sociedad hemos interiorizado que para ser papás y darnos a respetar HAY que gritar, tal vez no todo el tiempo pero si cuando hablamos muy muy en serio.

Yo siempre me he considerado una persona de carácter “fuerte”, pero a pesar de todo, hasta hace un tiempo era una mamá bastante paciente. Mis hijos eran bebés, y la verdad es bien difícil no tenerle paciencia a alguien que no sabe hablar, que no puede moverse mucho ni comer sin tu ayuda, pero extenderle la misma paciencia y consideración a un niño ha sido para mí personalmente un reto mucho mayor. Nuestros hijos a veces son espejo de todas las cosas que no vemos de nosotros mismos y eso nos hace reaccionar de forma visceral, de irnos directo a la primera reacción que nuestra mente haga, sin detenerse, sin decidir que nosotros cómo queremos reaccionar.

Lo que pasa es que en esos momentos, en lugar de asegurar mi autoridad o lograr que mis hijos escuchen, lo que estoy haciendo es modelando un comportamiento que yo quiero que ellos superen, en lugar de copiar. Estoy dando a entender que cuando uno está enojado puede gritarle a las personas que uno ama, que uno es una víctima de sus emociones y que no tiene control sobre ellas sí las condiciones exteriores cambian.

Ayer estaba sentada haciendo mis metas para el 2019 y cuando llegue a lo que quería lograr como mamá lo primero que se me ocurrió fue “un año sin gritos”. De inmediato por supuesto sentí ansiedad y dudas (¿cómo voy a lograr pasar 365 días sin enojarme?????), pero luego me di cuenta que al proponerme eso no estaba diciendo que no podría enojarme por un año, por supuesto que me voy a enojar muchísimas veces, ¡ni que fuera un robot! Mi verdadera meta es poder sentir enojo, tristeza, frustración y poder manejar esas emociones de la manera que me gustaría que mis hijos aprendan a manejar las suyas.

Luego pensé en todas las veces que he hecho una meta para el nuevo año y que no he logrado cumplirla y las veces en que si las he logrado cumplir. La diferencia entre ambas ha sido el hecho de que la he compartido con quiénes me rodean y eso me da un sentido de responsabilidad sobre la meta que no lo tengo cuando la hago solo conmigo misma. También tenía desde hace mucho tiempo ganas de volver a escribir y resucitar este blog que tanto quiero, entonces pensé ¿qué mejor manera que compartir esta jornada con quien quiera leerla? Tal vez hasta alguien se sienta inspirado y quiera unirse al reto…

Así que aquí estoy hoy 30 de diciembre del 2018, lista para que el 2019 sea mi primer año libre de gritos. ¿Están listos para acompañarme en esta aventura?

El día en que casi renuncié a la lactancia

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Era la tercera semana de vida de mi primera hija, y yo estaba sentada en un sillón en su cuarto, con ella prendida a un pecho: ella feliz, yo no tanto. No había dormido casi nada en los últimos días, la espalda me dolía, mis pezones aún estaban empezando a acostumbrarse a la lactancia, y la verdad me sentía un poco atrapada. Atrapada debajo de ese cuerpito chiquitito que me necesitaba tanto. Era algo indelegable, ella ocupaba mi leche para sobrevivir y yo la necesitaba a ella cada vez que mis tetas se llenaban… algo que debía ser como una simbiosis, en ese momento no se sentía para nada ideal. Acababa de descubrir que ella era alérgica a la proteína de la leche de vaca, entonces además de aprender lo que había que aprender acerca de ser mamá, tenía que aprender a comer de una forma distinta para poder seguirle dando pecho. Sentía como que el mundo era súper pesado, y yo lo estaba cargando en mis hombros. En ese momento fue cuando lo pensé: la vida tal vez sería más sencilla si yo no diera de mamar… es más, me dije a mi misma que si cuando llegaba esa tarde al consultorio del pediatra él me sugería que le diera fórmula, yo iba a decirle adiós a todo el tema porque dar teta no era para mí.

Luego de ese día le di lactancia exclusiva a mi hija hasta que ella misma decidió que  no quería más. En este momento que escribo este post, estoy en el sétimo mes de lactancia exclusiva con mi segundo hijo… quien me conoce sabe que soy algo así como una activista de la teta, una verdadera apasionada del tema. Esa tarde de Noviembre hace casi 3 años, fue tan solo la primera vez que yo creía que no había nacido para dar de mamar. Luego de eso y en numerosas ocasiones me imaginé que existían varias razones para renunciar total o parcialmente a la idea de amamantar: cuando mi hija tuvo una etapa en la que solamente quería amamantar acostada, cuando me dio mastitis, cuando le salieron sus primeros dientes y le dio por morder (¡auch!), cuando ella decidió que sólo quería mamar de la teta izquierda, cuando a los 8 meses decidió que iba a pasar de dormir muchas horas seguidas a mamar cada 3 horas como un recién nacido en la noche (algo que es normal en el desarrollo). En cada una de esas ocasiones (y quizás en otras en el intermedio) el mismo pensamiento cruzó mi mente. A esos momentos yo les llamo mis “casi-casi”.

Los “casi-casi” son de esos temas tabú en la lactancia. Todo el mundo quiere hablar de las cosas divinas de dar teta (es realmente maravilloso, y de eso podría escribir no uno, sino decenas de posts), pero nadie quiere admitir sus “casi-casi”. He encontrado que cada vez que comparto alguna de estas experiencias, algunas personas piensan que soy algún tipo de mártir o masoquista, que continuó con algo que no disfrutaba al 100% en ese momento.  Creo que eso se debe más que todo a que vivimos en un mundo en el que queremos ver todo o blanco o negro, y no aceptamos que aún las cosas más lindas pueden estar pintadas de infinitas tonalidades de gris. Pero el silencio en este tema hace que muchas personas que tienen esos pensamientos sientan que quizás son las únicas, que de verdad la lactancia no debe ser para ellas, puesto que las personas que han dado teta de forma exitosa son algún tipo distinto de mujer mítica a quien todo se le dio muy fácil y que amó cada microsegundo de la experiencia. Quiero compartir mi experiencia y las cosas que hicieron que en cada uno de esos momentos yo decidiera seguir adelante, porque hay algo que si es cierto: nunca me he arrepentido de haber continuado dando de mamar.

Entiendo que este post no será para todas las mujeres. Cualquier persona puede decidir que no desea amamantar en cualquier momento o por cualquier razón que lo desee, es parte de nuestro derecho como mujer y de nuestra autonomía corporal. Hay personas que han dejado de hacerlo con mucho dolor y desilusión por razones médicas, hay personas que se han sentido liberadas y han dejado de hacerlo por razones tan sencillas como el simple hecho de no desear amamantar. Ambas situaciones son igual de válidas. Hay cuatro pilares que han sostenido mi relación de lactancia con mis hijos, y los comparto a continuación para aquellas que desean amamantar a sus hijos y que creen que los momentos de duda les superan.

Tener una tribu de apoyo

Para mí tener un grupo de personas que crean en la lactancia y que estén dispuestas a escuchar sin juzgar ha sido la parte más importante de todo. En mi caso, la principal ayuda ha venido de una de las líderes de La Liga de La Leche en mi área, a quien yo le llamo mi “ángel de lactancia”. A veces me ha ayudado dándome soluciones, y a veces simplemente me ha escuchado mientras que me desahogo y me da ánimos para continuar. Hay mujeres que vienen de una familia en las que todas han dado teta, desde su abuela, hasta su mamá, tías, etc. Ellas también pueden ser un enorme apoyo. Las parejas pueden ser un apoyo maravilloso también si están bien informadas. Hay grupos en redes sociales, chats a través del teléfono, etc. El punto es encontrar al menos una persona (ojalá varias) que estén dispuestas a escuchar y apoyar.

Encontrar profesionales de la salud pro lactancia

Una vez leí en un foro que todos los pediatras son pro lactancia. Claro, ¿cómo no habrían de serlo? si los beneficios de la leche materna son científicamente comprobados. Sin embargo, por más que un profesional de la salud afirme que la leche materna es el mejor alimento para un bebé lactante, hay algunos cuyos consejos que pueden poner hasta a la más determinada de las mamás a nadar contra corriente: dar teta con un horario fijo, introducir biberones antes de que la lactancia esté bien establecida, sugerir fórmula desde el nacimiento sin ninguna razón médica para hacerlo, negar la importancia de las consultoras de lactancia, entre otras. Todos los pediatras coinciden en una maravillosa forma: si nuestro hijo se enferma, podemos confiar en sus años de estudio y experiencia para buscar la solución, así que todos merecen respeto y admiración, pero yo en aquella tarde de Noviembre que describí al inicio de post me di cuenta de la importancia de coincidir también en otras ideas como la lactancia. Si yo hubiera entrado ese día al consultorio y mi pediatra hubiera solamente mencionado la fórmula, mi relación de lactancia no habría sido la misma, me habría perdido de un montón de momentos que atesoro en mi corazón y mi hija no hubiera recibido 14 meses del mejor alimento.

Entender que hasta las experiencias más hermosas tienen altos y bajos

Cada experiencia hermosa y valiosa de la vida tiene altos y bajos. El matrimonio es maravilloso pero nadie espera que sea fácil todos los días, viajar por el mundo es lo máximo pero hasta el mejor paseo tiene sus contratiempos, estudiar una profesión da muchísima satisfacción al final del camino, pero el camino en sí a veces es pedregoso. No por eso nos dejamos de casar, o dejamos de pasear, o renunciamos a estudiar. Sin embargo, cuando se trata de la lactancia a veces pensamos que si cada momento de la experiencia no nos hace sonreír, entonces no vale la pena. En mi opinión, vale cada segundo. Los contratiempos hacen que los momentos dulces sepan aún más dulces, y los momentos no tan hermosos nos preparan para un realidad de la maternidad: aunque amemos a nuestros hijos con todo nuestro corazón, habrán días fáciles en donde sentimos que lo tenemos todo bajo control y días más complicados, de los cuales podemos aprender y crecer muchísimo como personas.

Además es importante a veces ponerse profunda y preguntarse por qué nos sentimos como nos sentimos. La lactancia es retadora por supuesto, pero muchas veces el reto no lo presenta la lactancia en sí sino las exigencias sociales con las que sentimos que tenemos que cumplir: estar siempre arregladas, vernos siempre bien, ser súper mamá, súper esposa, la súper mujer imposible que nos han vendido. A veces basta con apagar el ruido externo y darnos cuenta de lo que es realmente importante para nosotros, en lugar de comprarnos una idea prefabricada que nos han vendido de como debería de ser una mamá exitosa.

Seguir un excelente consejo de lactancia (y de vida)

El mejor consejo de lactancia que recibí realmente no me fue dado como un consejo de lactancia, sino como uno de vida, pero aplica perfectamente para estas situaciones:

Nunca renuncies después de un mal día

Esa simple cita de Nastia Luikin, una gimnasta olímpica, la tengo grabada en mi mente y me ha ayudado en muchísimos aspectos de mi vida. En un “mal día” no siempre tenemos la mente en el lugar correcto para tomar decisiones apropiadas. Siempre al final de un día retador, en el que a veces consideraba renunciar me decía a mi misma antes de ir a la cama “hoy ha sido un mal día, hay que esperar a que las aguas se calmen antes de tomar una decisión”, y siempre al día siguiente o un par de días después, cuando todo se calmaba yo podía ver las cosas bajo otra óptica.

 

Espero que este post pueda ayudar al menos a alguna mamá que esté pasando por lo mismo, para que ella sepa que no está sola, y que otras hemos sentido lo mismo.